Las ideas no valen nada si no van acompañadas por una puesta en práctica. El paso más pequeño para implementarlas tiene más valor que la mayor de las intenciones.
Miles Davis, la leyenda del jazz, cruzó ferozmente los límites de lo que en su campo se conocía como normal para explotar por completo su magnífico #potencial.
Miguel Ángel hizo un sacrificio mental, emocional, físico y espiritual enorme para crear un arte asombroso.
Rosa Parks, una simple costurera con una valentía excepcional, sufrió una rotunda humillación cuando fue arrestada por no renunciar a su asiento en un autobús segregado, iniciando así el movimiento por los derechos humanos.
Charles Darwin demostró la resolución necesaria para alcanzar el virtuosismo estudiando percebes (sí, percebes) durante ocho largos años, mientras formulaba su famosa Teoría de la evolución.
Stephen King trabajó como profesor de redacción en un instituto y en una lavandería industrial antes de vender Carrie, la novela con la que se hizo famoso. Ah, y debes saber que estaba tan desanimado por recibir devoluciones y negativas que tiró a la basura el manuscrito que había redactado en su vieja caravana, dándose por vencido. Tuvo que ser su mujer, Tabitha, quien descubriera la obra mientras su marido estaba fuera, le limpiara las cenizas, lo leyera y le dijera al autor que era brillante para que King lo enviara a sus editores. Incluso entonces, el anticipo de los derechos fueron unos escasos dos mil quinientos dólares.
Y aunque Vincent van Gogh creó novecientos cuadros y más de mil dibujos a lo largo de su vida, empezó a ser famoso tras su muerte. El impulso para crear no lo generaba el combustible para el ego de la admiración popular, sino un instinto más sabio que lo seducía para ver hasta dónde podía desbloquear su poder creativo, sin importar las dificultades que tuviera que soportar. Nunca es fácil convertirse en alguien legendario. Pero prefiero ese viaje a la angustia de estar encerrado en lo ordinario que tantas personas potencialmente heroicas deben afrontar constantemente.
Creo que, a la larga, la seducción de la complacencia y de una vida fácil es cien veces más cruel que una vida en la que lo das todo y adoptas una postura inquebrantable para conseguir tus mayores sueños. «La vida de primera clase empieza donde termina tu zona de confort», esta es una regla que las personas con #éxito, influencia y #felicidad recuerdan en todo momento.
Nos vemos muy pronto.
Gracias, Gracias, Gracias
Fuente: El Club de las 5 de la Mañana (Robin Sharma)
Muy bueno. Gracias.